La palabra gracia es una de las más hermosas de toda la Biblia.
Gracia expresa un rasgo inefable de nuestro bendito Dios que se manifiesta en sus tratos con el hombre, y según el cual Él ama al hombre caído, le perdona y le levanta; le transforma, y pone en él su propia vida, capacitándole para colaborar con su propósito eterno y compartir su gloria.
La gracia de Dios ha echado a andar, apenas caído el hombre en el Edén, su plan en relación con él para así recuperarlo y usarlo en sus eternos propósitos.
El poder de Dios fue expresado nítidamente en la creación; pero su gracia ha encontrado ocasión para manifestarse en la caída del hombre. Como la caída del hombre afectó a toda la creación, entonces su gracia ha alcanzado también a toda la creación. Desde la tierra (centro del problema) se ha irradiado el poder de la redención –efectuada por la preciosa sangre de Jesús– y ha favorecido a todas las cosas, reconciliándolas con Dios.
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