La mente de un discípulo celestial
no está preparada para “diseccionar” (analizar minuciosamente) a Dios. La
teología sistemática es un ejercicio realizado por creyentes incrédulos, en el
cual se evita la fe al analizar, formular preguntas e intentar conocer cada
movimiento de Dios. Tales esfuerzos producen discípulos de los cuales emanan
datos y no vida. El discípulo celestial se acerca a Dios desde un corazón con
fe que sintetiza todo lo que se sabe de Él. Diseccione usted una flor y quizá
aprenderá mucho acerca de ella, pero su belleza habrá sido destruida. Lo mismo
se aplica a nuestras relaciones. Diseccione cada acción de su cónyuge y pronto
notará que el amor por él o ella disminuye. En la iglesia se asigna demasiado
valor a la inteligencia. Tenemos que conocer a Dios como conocemos a nuestro
esposo o esposa. En lo personal, yo nunca podría haberme satisfecho con cartas
de mi esposa para analizar, una fotografía de ella para llevar en mi cartera y un
llamado telefónico ocasional; yo la quiero a ella conmigo. Cuando estamos juntos,
no veo el sentido de tenerla a ella sentada en silencio mientras yo leo y
analizo nuevamente las cartas que ella me escribió; yo quiero comunión diaria
con mi esposa.
Recientemente hablaba con un
hermano en Cristo muy bondadoso, afectuoso y espiritual. Me dijo que no podía
comprender gran parte del aconsejamiento y la teología cristiana. Su conclusión
fue que era ininteligible porque él era un hombre sencillo y la información que
ofrecían los libros que leía era demasiado profunda para él. Oír cosas así me
deja perplejo; en realidad, los libros que él mencionaba no le eran
ininteligibles porque eran demasiado profundos, sino porque eran demasiado
incrédulos. El hombre incrédulo hace que la vida cristiana sea enigmática,
difícil y compleja para entender, simplemente porque no tiene intención de
seguir los claros mandamientos de Cristo. El creyente incrédulo tiene un gran
interés en decir cosas tales como: “No puede ser tan simple; necesitamos saber
más”, y “Necesitamos encontrar el equilibrio”. Los mandamientos de Jesús para
amar a Dios y a nuestro prójimo no serían clasificados como profundos por
aquellos que constituirían la elite, pero para los que creen se convierten en
ríos de agua viva que nunca se secan. ¡Cualquiera que tiene a Cristo es
profundo! ¡Si usted tiene a Cristo, es el más sabio de los sabios! Si tiene a
Cristo, su mente está siendo renovada. ¡Si tiene a Cristo, usted lidera el
mundo! Si tiene a Cristo, usted tiene el camino de la vida. ¡Si usted tiene a
Cristo, su mundo está adquiriendo sentido!
Un estudiante de un seminario se
acercó para decirme que algunas personas habían estado hablando de mí en la
escuela. Dijo que ellos pensaban que yo no era inteligente ni un buen escritor,
y que además no utilizaba buena gramática al hablar. “Sé todo eso y lo admito”,
le respondí y luego le pregunté: “¿A dónde los llevó su discusión?” Su
respuesta fue: “Lo que no comprendemos es que con todas esas debilidades Dios
lo use tanto”. Eso me causó gracia y no pude evitar reírme. Le expliqué que yo,
al igual que ellos, había visto esas debilidades; sin embargo, a diferencia de
ellos, no estaba tratando de liberarme de ellas por medio de más educación sino
que se las había entregado a Cristo y caminaba con un saco vacío. Me gustaron
sus comentarios y agradecí a Dios que por el hecho de que al caminar con un
saco vacío, ¡una persona inferior había vencido a otras mejores sin esfuerzo
alguno! La manera de tener una vida inteligente y abundante es tener una
relación con Cristo; punto.
Si usted ha sido lo suficientemente
inteligente para aceptar a Cristo, no existe ningún test de coeficiente
intelectual diseñado para medir adecuadamente sus facultades.
M.Wells
0 comentarios