Acto seguido los tres terroristas se colocaron en el entresuelo de la planta y empezaron a disparar delante de la barra del local.

Fue entonces cuando la música paró, y estalló el pánico entre los que se encontraban dentro. La banda de rock consiguió desaparecer por detrás del escenario y algunos de los espectadores lo hicieron por las puertas laterales. Otros, no podían salir de la sala y optaron por esconderse en las salas anexas, en techos falsos, detrás de las puertas, otros optaron por tirarse al suelo y hacerse los muertos.

Cuando las fuerzas de seguridad llegaron a la sala de conciertos. Se enfrentaron a los terroristas, uno de ellos se disparó a uno de los terroristas lo que provocó que el cinturón de explosivos se activara, todavía se desconoce si se activó por el disparo o el propio terrorista lo hizo.

La Policía francesa recibió varias llamadas por parte de los terroristas desde el interior de la sala Bataclan. “Nunca se plantearon la opción de negociar”, afirmó un agente al diario Le Monde, que también afirman que en las llamadas únicamente se obligaba a los agentes a que estos se fueran de la sala si no querían que la matanza continuara, incluso amenazaron con realizar decapitaciones a varios rehenes.

Un dato que contradice las primeras informaciones en las que se hablaba de que los terroristas estaban dispuestos a negociar con los cuerpos de seguridad. Los agentes que estuvieron allí lo tienen claro, iban a matar y a cuanta más gente mejor.

Los supervivientes narran como los terroristas gritaban el nombre de “Alá” y les pedían a los rehenes que afirmaran que estaban a favor de “Estado Islámico”, según cuentan varias víctimas en los medios locales.