ENSEÑANZA VIDA EN EL REINO

APRENDIENDO A OBEDECER

3:54Carlos C



En 1 Samuel 15.22 leemos: “Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros”.
Obedecer es mejor que los sacrificios; esta es una de las declaraciones más cruciales en todo el Antiguo Testamento. ¿Cómo llegó Samuel a esa conclusión? ¿Se despertó una mañana con ese pensamiento? ¿Se lo dijo Dios con voz audible, o lo aprendió por medio de la experiencia? Creo que la clave está en esto último; la vida misma enseñó a Samuel esta sencilla y profunda verdad.
“¿Por qué lo hice?” “¡Qué tonto soy!” “¡Antes de salir me jactaba de que nunca haría algo semejante!” “¡Me odio!” “¡Si tan solo me llegara la muerte y me liberara!” A menudo oigo estos comentarios de personas que fueron infieles a sus cónyuges. Quizá su fracaso no sea el nuestro, pero hemos cometido faltas igualmente importantes, que nos causan muchos de los mismos sentimientos. El enemigo ama más la culpa producida por el pecado, que la cuestión del pecado en sí. El pecado dura un momento, pero se soluciona con el perdón; Cristo murió por nuestro pecado. Sin embargo, para quienes no lo saben, la culpa y el daño resultante pueden durar toda una vida.
Es muy claro lo que debemos hacer cuando pecamos. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1.9). Después de la confesión debe haber regocijo. Recuerdo cuando una tarde salí a caminar y orar para tener un tiempo de confesión. Sentí inmediatamente como si una mano se posara sobre mi hombro y una voz suave me susurrara: “¡Muy bien! ¡Ahora sigue adelante! Yo me ocuparé de todo”. Sentí en mi espíritu esa paz que debe seguir a la confesión. No obstante, el enemigo nos roba el gozo al susurrarnos: “Sí, Dios te ha perdonado, pero ¿no olvidas algo? ¡LAS
CONSECUENCIAS! Dios perdona, es cierto, pero sufrirás las consecuencias por el resto de tu vida”. El enemigo disfruta de señalar cualquier suceso en la vida del creyente, a fin de usar la idea de las consecuencias para impedirle avanzar. La lógica de Satanás gana más y más terreno cuando pensamos cosas como “La ruptura del matrimonio es la consecuencia de no haber buscado a Dios lo suficiente durante el noviazgo” o “Prolongar el noviazgo sin casarse trajo como consecuencia el sexo prematrimonial”. Satanás procura denigrar a Dios. Sabe que hemos visto la bondad del Señor en su perdón, pero quiere persuadirnos para que sigamos evitando a Dios a causa del temor a las consecuencias. Cuando el creyente sucumbe a este engaño no hay gozo, sino únicamente la invitación al temor para que entre en la vida, mientras pasamos cada día esperando las consecuencias. ¿Cuándo llegarán? ¿Cuándo saldrán a la luz pública? ¿De qué manera elegirá Dios castigarme? La presión aumenta. La infelicidad crece. El deseo de escapar y escondernos de Dios es una constante.
Permítame hacerle una pregunta. ¿Dónde está Jesús en todo esto? La confesión es dejar de ser nosotros el centro de atención, para que lo sea Él. Lo que Satanás desea es asegurarse que nuestro yo siga teniendo toda nuestra atención. ¡Debemos definir en nuestro corazón si Dios perdona o no! Cada vez que nuestros hijos nos piden perdón, hacemos todo lo posible por evitarles las consecuencias. La confesión de su debilidad e insensatez hace que pongamos todos nuestros recursos para apoyarlos. ¿Y qué haría Dios? ¿No haría lo mismo, aunque en mayor medida y mucho mejor? ¡Cuando confesamos, Dios comienza a reducir el impacto de las consecuencias, al hacer que todas las cosas nos ayuden para bien! ¡Hasta nos limpia de toda maldad!
Hay dos aspectos a tener en cuenta frente al fracaso: la confesión y el poder limpiador de Dios. ¿Cómo nos limpia Dios? Utilizando lo natural para hacernos personas sobrenaturales. Los sucesos naturales hacen que la verdad recorra el camino de cuarenta y cinco centímetros desde la cabeza hasta el corazón. El fracaso es de la carne, y la carne es la condición del hombre cuando se encuentra bajo la influencia de cualquier otra cosa o persona que no sea Dios; pertenece al reino de lo natural. ¿Qué nos enseña un fracaso en el ámbito de lo natural? Nos revela la desagradable realidad que somos más débiles de lo que creíamos. Esto es desagradable solo porque somos orgullosos; hemos hecho las cosas a nuestra manera sin tener en cuenta la sencilla verdad que, cuando nos gloriamos en la debilidad, esta es reemplazada por la fortaleza de Dios. Frente a nuestros fracasos, Dios tiene un resultado deseado; su objetivo para nosotros no son las CONSECUENCIAS, el temor, el odio hacia nosotros mismos ni años de castigo, sino simplemente el reconocimiento de nuestra debilidad y humildad.
Cuando esta conciencia pase de la cabeza al corazón, usted confesará: “¡Soy demasiado insensato, débil y temeroso como para pensar que puedo aventurarme en tal o cual situación sin Él!” Dirá esto antes de entrar en la situación, no después. Esta nueva conciencia le ayudará a mantenerse alejado del peligro y cerca del Señor. La derrota en el ámbito de lo natural es útil para Dios por su poderosa enseñanza: ¡A través de la experiencia, nos hartamos de nuestro yo!
Proverbios 14.14 dice: “De sus caminos será hastiado el necio de corazón; pero el hombre de bien estará contento del suyo”. Nuestro fracaso nos hace temer a Dios y, en consecuencia, dormir mejor. “El temor del SEÑOR conduce a la vida; da un sueño tranquilo y evita los problemas” (Proverbios 19.23, NVI). ¿Qué le enseñó el fracaso o de qué lo limpió, que ninguna otra cosa podría haber hecho? ¡Alabe a Dios por eso!
           Si usted fracasó en algo que lo hizo ocultarse y esperar las consecuencias, permítame decirle lo siguiente: “¡Levántese!” Esa autoflagelación no proviene de Dios. Aceptar el perdón es mucho más fácil que aceptar la limpieza; sin embargo, ¡no se los debe separar! ¡Usted no debe recibir lo uno sin lo otro! Mateo 9.5-6 dice: “Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa”. Este hombre al cual Jesús ministró fue perdonado, y dónde debía ir a partir de allí quedó ilustrado por el hecho de ponerse en pie y caminar (¡lógicamente, hacia adelante!). Dios soluciona el problema del perdón y las consecuencias al mismo tiempo. No necesitamos perder más tiempo escuchando al enemigo.
           Finalmente, usted comprenderá que ha sido juzgado por la ley de la libertad de Dios.
Permita que su corazón se llene con las palabras libertad y misericordia. Santiago 2.12-13 dice:

“Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad. Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio”. 

M.WELLS

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