ENSEÑANZA VIDA EN EL REINO

LA Y FE Y LOS RESULTADOS

3:29Carlos C


A menudo permitimos que nuestros ojos se aparten de Cristo para reposar sobre nuestros problemas y circunstancias; esto por medio del síndrome del resultado inmediato, el cual determina nuestro éxito totalmente sobre la base de lo que experimentamos en el momento, ya sea positivo o negativo. Este síndrome es un gran obstáculo para la fe. El deseo de resultados inmediatos es un estorbo para la fe; de hecho, ¡esta actitud mental hace nula la fe! La medida de nuestra fe no debe juzgarse sobre la base de cuánto hemos recibido, sino ¡por el tiempo que podemos esperar sin recibir nada! La fe hace que la vida cristiana sea gozosa; por lo tanto, si hemos anulado la fe por nuestra pretensión de recibir resultados inmediatos, hemos, en la misma medida, aniquilado el gozo. Cuando los creyentes no tenemos un plan a largo plazo nos volvemos susceptibles a los altibajos de la vida diaria. Nuestras energías se concentran en resolver en forma inmediata lo que aparece delante de nosotros a fin de sentirnos cómodos y seguros en ese momento. A partir de allí, nos volvemos controladores, empujando a Dios fuera del camino y tratando de arreglar con nuestras propias fuerzas y con una diversidad de planes y manipulaciones lo que nosotros percibimos como el verdadero problema. Simplemente comenzamos a jugar a ser Dios. Así, la vida cristiana se convierte en poco menos que una lucha llena de desánimo, depresión, enojo y fracaso; la mente y las emociones reciben una avalancha de cuestionamientos, acusaciones y sentimientos de impotencia por parte del enemigo. ¡Dura cosa es jugar a ser Dios! Todo sucede porque las cosas no van como nosotros los creyentes creemos que debieran.
Imagine que usted se encuentra en una piscina y alguien vacía en ella una cesta llena de pelotas de ping-pong que llevan escritos los nombres de todos los problemas, circunstancias, fracasos y personas que le causan malestar. Su tarea consiste en tratar de mantener todas las pelotas bajo el agua. El ejercicio resultaría al principio agotador y finalmente muy frustrante. Por supuesto, esta ilustración describe a un creyente que trata, con sus propias fuerzas, de controlar cada área de su vida.
“Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (2 Corintios 11.3). La vida cristiana, ¿es simple? ¿Es simple la respuesta a vivir solo, vivir con otros, criar hijos, no tener hijos, o cualquier otra lucha? ¡Una vez más, sí, sí y sí! A fin de que la vida cristiana sea algo simple y sencillo, debemos comprender en primer lugar que Dios no nos da respuestas para cada situación, sino que revela actitudes para cada situación; y segundo, que si estas actitudes se mantienen, no estaremos libres de los altibajos de la vida diaria pero sí veremos el cumplimiento de las promesas en la plenitud del tiempo de Dios. ¡Esta actitud permanente, sostenida, promueve la fe! En relación con el ejemplo de Abraham, en Romanos 4.20-21 se nos dice: “Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido”. 
Se nos ha hecho creer que muchos aspectos de la vida del creyente son prácticamente imposibles de llevar a cabo. Estamos inundados de materiales impresos que enseñan cómo ser un buen padre o madre, cónyuge, e hijo o hija de Dios. Parecería ser que es infinita la información que debemos conocer. ¿Cómo podemos incorporarla toda? ¿Cómo podemos hacer siempre lo correcto? Además, está el hecho que aquellos que nos presentan la tan necesaria información parecen mucho más espirituales que nosotros; han hecho siempre las cosas correctas y, además de todo lo anterior, tienen títulos que los acreditan como personas exitosas. Sin embargo, la Biblia no indica que ser un hermano o hermana en Cristo, un padre o madre, o un cónyuge, sea algo demasiado difícil. De hecho, una proporción muy pequeña del contenido de la Biblia presta atención a lo que es necesario hacer; la mayor parte está dedicada a las actitudes básicas que es necesario tener. “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto” (Colosenses 3.12-14). La vida cristiana es tan sencilla como amar a la esposa, respetar al esposo, perdonar al enemigo, no provocar a los hijos, obedecer a los padres y trabajar como para el Señor. Este es nuestro plan a largo plazo. Al mantenerlo presente día a día, usted verá altibajos, reveses y el inevitable “hipo” cristiano; pero no necesita permitir que esos problemas diarios lo aparten del plan a largo plazo que cosechará su propia recompensa en el cumplimiento del tiempo.
Se cuenta la historia de un hombre que recorría el mundo enseñando seminarios sobre lo que un cristiano debe hacer para tener éxito. El hombre murió y fue al cielo. En su primer día en el cielo decidió enseñar uno de sus seminarios. Reservó el salón más grande y miles de personas se reunieron para oírlo. Mientras hablaba, observó que Jesús estaba sentado en la primera fila llenando páginas y páginas de notas; esto intrigó al hombre, por lo que cuando llegó el momento del descanso corrió hasta Jesús y le preguntó por qué, precisamente Él, estaba tomando tantas notas. Según el relato, Jesús le respondió: “¡Es que es la primera vez que oigo esto!”    ¡El hacer convierte a la vida cristiana en algo demasiado difícil! No es el hacer lo que debe venir primero, sino el creer. El hacer, que prioriza los resultados inmediatos, no lo ayudará a llegar al final; el creer sí lo hará. Fue el creer lo que condujo con éxito la vida de cada persona de fe mencionada en la Biblia. Para toda situación concebible, Dios ha dado a cada creyente actitudes absolutas que se deben mantener para ver los resultados en la plenitud del tiempo determinado por Dios. Continúe amando, rindiéndose y perdonando; quizá usted no vea directamente los resultados positivos de su actitud, pero recuerde que se trata de un plan a largo plazo; y así, en medio de los altibajos su espíritu tendrá calma. 
Un último pensamiento. A menudo, en nuestra búsqueda de alivio inmediato, vemos en otros (y otros ven en nosotros) cosas para cambiar que traerían beneficios instantáneos. En consecuencia, nos proponemos en forma abierta o disimulada cambiar a quienes están a nuestro alrededor; ejercemos más control y desempeñamos más el papel de Dios. Permítame señalar que si Dios estuviese de acuerdo con nosotros y considerara tan importante modificar la conducta de tal o cual persona, ¡ya lo habría hecho! Un cambio en la conducta de los amigos de Job no habría atenuado en nada su difícil situación. El sostén de Job fue su confianza en Dios y el resultado a largo plazo de su fe. La totalidad de la prueba estaba calculada para limpiar a Job, no para cambiar a los otros, quienes en realidad desempeñaron un papel muy poco trascendente en ese escenario. El papel de Dios fue protagónico, el de Job fue secundario y el de los “amigos” se ubicó en alguna posición muy por debajo de los dos primeros. Recordemos que somos personas de fe y que, como Job, tenemos un Dios.

M.W


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