A menudo permitimos que nuestros
ojos se aparten de Cristo para reposar sobre nuestros problemas y
circunstancias; esto por medio del sÃndrome del resultado inmediato, el cual
determina nuestro éxito totalmente sobre la base de lo que experimentamos en el
momento, ya sea positivo o negativo. Este sÃndrome es un gran obstáculo para la
fe. El deseo de resultados inmediatos es un estorbo para la fe; de hecho, ¡esta
actitud mental hace nula la fe! La medida de nuestra fe no debe juzgarse sobre
la base de cuánto hemos recibido, sino ¡por el tiempo que podemos esperar sin
recibir nada! La fe hace que la vida cristiana sea gozosa; por lo tanto, si
hemos anulado la fe por nuestra pretensión de recibir resultados inmediatos,
hemos, en la misma medida, aniquilado el gozo. Cuando los creyentes no tenemos
un plan a largo plazo nos volvemos susceptibles a los altibajos de la vida
diaria. Nuestras energÃas se concentran en resolver en forma inmediata lo que
aparece delante de nosotros a fin de sentirnos cómodos y seguros en ese
momento. A partir de allÃ, nos volvemos controladores, empujando a Dios fuera del
camino y tratando de arreglar con nuestras propias fuerzas y con una diversidad
de planes y manipulaciones lo que nosotros
percibimos como el verdadero problema. Simplemente comenzamos a jugar a ser
Dios. AsÃ, la vida cristiana se convierte en poco menos que una lucha llena de
desánimo, depresión, enojo y fracaso; la mente y las emociones reciben una
avalancha de cuestionamientos, acusaciones y sentimientos de impotencia por
parte del enemigo. ¡Dura cosa es jugar a ser Dios! Todo sucede porque las cosas
no van como nosotros los creyentes creemos que debieran.
Imagine que usted se encuentra en
una piscina y alguien vacÃa en ella una cesta llena de pelotas de ping-pong que
llevan escritos los nombres de todos los problemas, circunstancias, fracasos y
personas que le causan malestar. Su tarea consiste en tratar de mantener todas
las pelotas bajo el agua. El ejercicio resultarÃa al principio agotador y
finalmente muy frustrante. Por supuesto, esta ilustración describe a un
creyente que trata, con sus propias fuerzas, de controlar cada área de su vida.
“Pero temo que como la serpiente
con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera
extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (2 Corintios 11.3). La vida
cristiana, ¿es simple? ¿Es simple la respuesta a vivir solo, vivir con otros,
criar hijos, no tener hijos, o cualquier otra lucha? ¡Una vez más, sÃ, sà y sÃ!
A fin de que la vida cristiana sea algo simple y sencillo, debemos comprender
en primer lugar que Dios no nos da respuestas para cada situación, sino que
revela actitudes para cada situación;
y segundo, que si estas actitudes se mantienen, no estaremos libres de los
altibajos de la vida diaria pero sà veremos el cumplimiento de las promesas en
la plenitud del tiempo de Dios. ¡Esta actitud permanente, sostenida, promueve
la fe! En relación con el ejemplo de Abraham, en Romanos 4.20-21 se nos dice:
“Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció
en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también
poderoso para hacer todo lo que habÃa prometido”.
Se nos ha hecho creer que muchos
aspectos de la vida del creyente son prácticamente imposibles de llevar a cabo.
Estamos inundados de materiales impresos que enseñan cómo ser un buen padre o
madre, cónyuge, e hijo o hija de Dios. ParecerÃa ser que es infinita la
información que debemos conocer. ¿Cómo podemos incorporarla toda? ¿Cómo podemos
hacer siempre lo correcto? Además, está el hecho que aquellos que nos presentan
la tan necesaria información parecen mucho más espirituales que nosotros; han
hecho siempre las cosas correctas y, además de todo lo anterior, tienen tÃtulos
que los acreditan como personas exitosas. Sin embargo, la Biblia no indica que
ser un hermano o hermana en Cristo, un padre o madre, o un cónyuge, sea algo
demasiado difÃcil. De hecho, una proporción muy pequeña del contenido de la
Biblia presta atención a lo que es necesario hacer; la mayor parte está
dedicada a las actitudes básicas que es necesario tener. “VestÃos, pues, como escogidos
de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de
humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y
perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que
Cristo os perdonó, asà también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas
cosas vestÃos de amor, que es el vÃnculo perfecto” (Colosenses 3.12-14). La
vida cristiana es tan sencilla como amar a la esposa, respetar al esposo,
perdonar al enemigo, no provocar a los hijos, obedecer a los padres y trabajar
como para el Señor. Este es nuestro plan a largo plazo. Al mantenerlo presente
dÃa a dÃa, usted verá altibajos, reveses y el inevitable “hipo” cristiano; pero
no necesita permitir que esos problemas diarios lo aparten del plan a largo
plazo que cosechará su propia recompensa en el cumplimiento del tiempo.
Se cuenta la historia de un hombre
que recorrÃa el mundo enseñando seminarios sobre lo que un cristiano debe hacer
para tener éxito. El hombre murió y fue al cielo. En su primer dÃa en el cielo
decidió enseñar uno de sus seminarios. Reservó el salón más grande y miles de
personas se reunieron para oÃrlo. Mientras hablaba, observó que Jesús estaba
sentado en la primera fila llenando páginas y páginas de notas; esto intrigó al
hombre, por lo que cuando llegó el momento del descanso corrió hasta Jesús y le
preguntó por qué, precisamente Él, estaba tomando tantas notas. Según el
relato, Jesús le respondió: “¡Es que es la primera vez que oigo esto!” ¡El hacer convierte a la vida cristiana en
algo demasiado difÃcil! No es el hacer lo que debe venir primero, sino el creer. El hacer, que prioriza los
resultados inmediatos, no lo ayudará a llegar al final; el creer sà lo hará.
Fue el creer lo que condujo con éxito la vida de cada persona de fe mencionada
en la Biblia. Para toda situación concebible, Dios ha dado a cada creyente
actitudes absolutas que se deben mantener para ver los resultados en la
plenitud del tiempo determinado por Dios. Continúe amando, rindiéndose y
perdonando; quizá usted no vea directamente los resultados positivos de su
actitud, pero recuerde que se trata de un plan a largo plazo; y asÃ, en medio
de los altibajos su espÃritu tendrá calma.
Un último pensamiento. A menudo,
en nuestra búsqueda de alivio inmediato, vemos en otros (y otros ven en
nosotros) cosas para cambiar que traerÃan beneficios instantáneos. En
consecuencia, nos proponemos en forma abierta o disimulada cambiar a quienes
están a nuestro alrededor; ejercemos más control y desempeñamos más el papel de
Dios. PermÃtame señalar que si Dios estuviese de acuerdo con nosotros y
considerara tan importante modificar
la conducta de tal o cual persona, ¡ya lo habrÃa hecho! Un cambio en la
conducta de los amigos de Job no habrÃa atenuado en nada su difÃcil situación.
El sostén de Job fue su confianza en Dios y el resultado a largo plazo de su
fe. La totalidad de la prueba estaba calculada para limpiar a Job, no para
cambiar a los otros, quienes en realidad desempeñaron un papel muy poco
trascendente en ese escenario. El papel de Dios fue protagónico, el de Job fue
secundario y el de los “amigos” se ubicó en alguna posición muy por debajo de
los dos primeros. Recordemos que somos personas de fe y que, como Job, tenemos
un Dios.
M.W
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