Los creyentes a menudo anhelan lo
sobrenatural. Esta conducta es comprensible, ya que a muchos se les ha
enseñado, encubiertamente, que el sello de la aprobación de Dios es su
respuesta sobrenatural a nuestras actividades diarias. Que Dios continuamente obre
en maneras sobrenaturales en nuestras cosas personales es señal de que somos
especiales y no meros puntos en el planeta. Aquellos que se manejan con la
teorÃa que acabo de señalar creen, y en algunas ocasiones hasta dicen, lo
siguiente: “¡Dios me tuvo en cuenta! Soy importante, tengo valÃa y una
identidad”. “Dios me buscó. Yo no tenÃa en mis planes casarme, ser un pastor, o
mudarme a otro lugar. Simplemente dije: ‘¡Dios, si tú me necesitas tendrás que
venir a buscarme!’ Y Dios me habló; me visitó, cambió la dirección de mi vida”.
En otras palabras: “Soy especial; Él me necesita; me busca de manera
sobrenatural”. Este énfasis hace que los “menos afortunados” digan cosas como
las siguientes: “Dios no me tiene en cuenta; no me presta atención, no se
interesa por mi vida ni obra en ella”. “Supongo que no reúno las condiciones;
nunca seré lo suficientemente bueno” o, “Ya no confiaré en Dios; permitió que
mi esposa muriera de cáncer, que mi hijo se rebelara, que mi hija quedara
embarazada de soltera, que mi empresa quebrara, que mi matrimonio fuera un
fracaso, o que mi ministerio se derrumbara”. Resumiendo, asà es cómo funciona
este sistema de creencias: ¡Dios bendice a los que ama y a los que son objeto
de su venganza los alcanza el mal! De esta manera, la medida del amor y el
interés de Dios por nosotros se demuestra en su actividad sobrenatural en la
vida y en la comodidad y el bienestar que nos dispensa. El concepto es que las
cosas buenas demuestran su agrado, en tanto que las malas revelan su desagrado.
Sostener esta clase de pensamiento
es, ante todo, contrario a Dios; en segundo lugar es taoÃsmo; y tercero, es
comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Este razonamiento coloca
una increÃble presión sobre los creyentes para que actúen y hablen en una
manera que reclame la actividad sobrenatural de Dios. Nos sentimos bajo una
gran exigencia, odiándonos a nosotros mismos por no hacer lo suficiente para
cosechar el agrado de Dios y enojados con Él porque no nos tiene en cuenta. Nos
desagrada la parcialidad que Dios manifiesta, pero nos odiamos a nosotros
mismos por menospreciar a Dios y sentimos que debemos proteger su imagen, como
asà también la nuestra.
Dejemos de lado ahora por un
momento todo pensamiento relacionado con lo sobrenatural para centrar nuestra
atención en otro aspecto, que es el obrar de Dios en el ámbito natural. A menudo, cuando discipulo a un creyente
desalentado le pregunto: “¿En algún momento en los últimos cinco años, en las
últimas cinco semanas o quizá en los últimos cinco dÃas, le sucedió que al leer
la Biblia, escuchar un sermón o leer un buen libro, usted le dijo a Dios: ‘Te
entrego mi vida. Quiero todo lo que es posible para un ser humano que te
conoce. Quiero la vida espiritual profunda; quiero un matrimonio que funcione’?”
Invariablemente el creyente dice “¡SÃ!” A eso yo le respondo: “Bien, eso lo
explica todo. Si usted quisiese permanecer en la comodidad y no sufrir cambios,
Dios no estarÃa usando las cosas naturales de su vida para perfeccionar la
respuesta a los deseos que usted expresó”.
¿Cuál es el objetivo de Dios para usted? Podemos
leerlo en Mateo 5–7, las
Bienaventuranzas, el Sermón del monte, la vida de
Cristo: ahora su vida. Todo lo que leemos allà es sobrenatural. Si usted ha
intentado amar a un enemigo, sabe exactamente cuán sobrenatural es el éxito en
esa empresa. Se necesita más actividad sobrenatural en la vida para acercarse y
dar un beso al cónyuge que le ofendió, que la que serÃa necesaria para caminar
sobre el agua. El Padre Celestial creó el mundo natural y puso al hombre dentro
de él; todo lo natural que forma parte de nuestra experiencia a través de la
mente, las emociones y el cuerpo tiene el propósito de producir dentro de
nosotros lo sobrenatural. Lo natural da nacimiento a lo sobrenatural; lo sobrenatural
no da nacimiento a lo sobrenatural. Los ángeles son, y siempre serán, ángeles;
pero los hombres, hechos del polvo, que habitan sobre la tierra natural,
¡pueden convertirse en hijos de Dios! ¿Sobrenatural? ¡Ya lo creo! Explicar el
proceso de permitir que lo natural nos haga sobrenaturales es, en cierta forma,
como describir el hecho de dar a luz un bebé; no se llega a comprender en
realidad hasta que se convierte en la experiencia propia.
Pasamos por la experiencia natural
de no tener dinero, no tener trabajo y no tener esperanzas a la vista. Esto nos
lleva a poner nuestros ojos en Aquel cuya presencia nos hace percibir la
verdadera riqueza de la cual participamos. Inmediatamente podemos sentirnos
distendidos, habiéndose disipado el peso que habÃa sobre nuestro corazón
respecto de las finanzas en medio de un mundo afligido. ¡Sobrenatural!
Desarrollamos emociones fuera de
control como resultado de observar a un gobierno tomar decisiones que nos
resultan insoportables. Primero intentamos cambiar la carne en el poder de la
carne; después nos sentimos desalentados; finalmente describimos de manera
elocuente las incoherencias que vemos; y por último oramos. Su presencia nos
conforta, su poder nos llena de certeza y su amor nos trae esperanza. Sabemos que
todo pasa por las manos de nuestro amoroso Padre, de modo que descansamos,
confiamos y nos ocupamos de la verdadera misión; vivimos sobrenaturalmente en
un mundo que se derrumba.
Cada noche, los servicios de
noticias nos informan de alguien, en alguna parte, que es abusado, y eso nos
deja con una mezcla de impotencia y negativismo. El negativismo podrá ser
apropiado para el mundo, pero hace decaer el espÃritu del creyente que ha sido
hecho para amar a Dios y la vida que Él da. Nos acercamos al Señor para ser
cada uno de nosotros un positivo en un mundo negativo. Experimentamos al mayor
positivo que existe, Jesús, y nos convertimos en luz en el mundo.
En la India se cuenta el caso de
un hombre cuyo único hijo sufrió una fractura en su pierna y no podÃa ayudar en
el trabajo del campo. Todos decÃan a este hombre: “Eso es malo”. El anciano
respondÃa: “Quizá sea bueno o quizá sea malo; solo Dios lo sabe”. El dÃa
siguiente el ejército reclutó a todos los hombres jóvenes que habÃa en la aldea
para llevarlos a un combate en el cual todos murieron, pero el hijo de este
hombre no fue reclutado a causa de la fractura de su pierna. Ahora todo el
mundo tenÃa una opinión unánime: “Fue bueno que su hijo se hubiera fracturado”.
El hombre respondió nuevamente: “Quizá sea bueno o quizá sea malo; solo Dios lo
sabe”. El relato continúa pasando por diversas circunstancias, pero su
enseñanza es clara. Al comienzo de un hecho no tenemos la menor idea de cuál
pudiera ser su propósito; el final del suceso natural es a menudo la acción
sobrenatural de Dios.
Lo bueno y lo malo suceden, pero
no constituyen las señales del agrado o el desagrado de Dios. El obrar
sobrenatural de Dios en la vida de los creyentes exige que todo se desarrolle
en el ámbito de lo natural. Debemos guardar silencio hasta ver el final. No
saltamos a conclusiones inmediatas cuando vemos problemas en una familia, en
una relación, en la salud o en las finanzas. Dios siempre está obrando en el
ámbito de lo natural. Esta no es una contradicción de lo que se enseña en
Salmos y en Deuteronomio, porque sabemos que la obediencia trae bendición y la
desobediencia maldición. Cuando permanecemos en Él, el mundo pretende de muchas
maneras hacernos creer algo diferente. Sin embargo, el libro de Job disipa
cualquier concepto erróneo en cuanto a que cuando algo malo sucede a un hombre
bueno quiere decir que, en realidad, la persona es mala. Tampoco los fracasos
de otros que están cerca de nosotros significan que la vida los está juzgando.
Puede significar que Dios esté obrando para producir el bien aun en
circunstancias que podrÃamos calificar como malas. Los amigos de Job llegaron a
una conclusión errónea. La maravilla de nuestro Dios es que Él “[…] dispone
todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de
acuerdo con su propósito” (Romanos 8.28, NVI).
Los milagros que se producen en la
vida del discÃpulo celestial son mucho más significativos que los milagros
espectaculares que se promueven desde los púlpitos. Moisés realizó milagros que
los magos de Faraón pudieron reproducir. Los milagros de los creyentes son
imposibles de reproducir. Ningún incrédulo ni integrante de sectas podrán
imitarlos. En mis viajes por todo el mundo y al interactuar con una diversidad
de religiones, nunca he oÃdo que alguien diera testimonio de esta clase de
milagros; y es lamentable que estos milagros sean experimentados por muchos y
reconocidos por pocos, ya que llevan mucha gloria a Dios y son irrefutables.
Son milagros que únicamente un discÃpulo celestial experimentará e incluyen
cosas tales como las siguientes. Una hermana en Cristo perdonó a su esposo por
haber tenido una aventura. Un abuelo dijo: “Cuando mi esposa murió yo sentÃa
soledad, pero nunca estaba solo; Dios llenó el vacÃo”. Un hombre destruyó su
familia y su vida por su adicción al alcohol, pero un dÃa puso su fe en Cristo.
Muchos años después, recibió un llamado telefónico de una hija que él nunca
supo que existÃa. Al cabo de una larga búsqueda, ella lo habÃa encontrado. La
mujer era cristiana y Dios le habÃa dicho que no abandonara la búsqueda. Lo que
el hombre habÃa perdido le fue dado como un regalo. El problema de la
drogadicción habÃa separado a un joven de su padre. El padre desistió de su
antagonismo y le entregó el control de la situación a Dios. Hoy el hijo está en
el ministerio. Un hermano esclavizado por la homosexualidad tuvo un encuentro
con Cristo; ¡hoy es libre! Un médico fue descortés con un paciente que lo llamó
a medianoche. El paciente intentó hacer que el doctor perdiese su licencia.
Antes de que el asunto llegara al juez, el paciente aceptó a Cristo, fue a ver
al doctor y se reconciliaron, despidiéndose con lágrimas de gozo. Un hombre se
suicidó y su hermano, al saberlo, entregó su vida a Cristo. ¿Todos milagros?
¡Estoy convencido que sÃ! Estos son milagros que producen un efecto duradero en
la vida. Deje de comparar su forma de vida con las experiencias espectaculares.
Cada dÃa es un milagro significativo en Él, algo singular y exclusivo de cada
creyente, porque lo natural nos hace sobrenaturales.
M. WELLS
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