“[...] el que se glorÃa, glorÃese en el Señor”. (1
Corintios 1.31; 2 Corintios 10.17)
Supongo que en diversas
oportunidades ustedes recibieron tarjetas navideñas de sus amigos. Una que
nosotros recibimos la Navidad pasada decÃa asÃ:
“Queridos amigos:
Los últimos estudios que le realizaron a Juan
demostraron que es, sin lugar a dudas, un genio. Ya sabÃamos que lo era, porque
a los dos años de edad ya leÃa textos de un nivel de sexto grado. De paso, les
contamos que con el aumento que recibió Tomás como resultado de su ascenso
pudimos comprar una casa más grande. Es hermosa. Durante este año que pasó
pudimos viajar por gran parte de Europa...” bla, bla, bla...
También recibimos otra tarjeta, con el siguiente
mensaje:
“Queridos amigos:
Este ha sido otro año de milagros cuya única
explicación es la bondad y fidelidad de Dios. Como saben, nuestra hija que
tiene SÃndrome de Dawn nunca iba a poder aprender a leer ni escribir; pero
gracias a las oraciones de ustedes y como resultado de muchas horas de trabajo,
ahora lee textos de un nivel de segundo grado.
¡Qué bueno es el Señor! Marcos perdió su empleo,
pero nuestra expectativa está puesta en la manera en que Dios se mostrará como
nuestro proveedor. Viendo todo lo que ha hecho por nosotros; ¿cómo podrÃamos no
confiar en Él ahora? Hace unos dÃas, mientras observaba a un gorrión que
cantaba después de una tormenta, Dios habló a mi corazón:
‘Asà cantarás tú después que pase esta tormenta’”.
Mi pregunta es: ¿Cuál familia fue
bendecida? ¿Cuál familia nos habla de Dios? ¿Cuál sintió al Señor muy cerca de
ellos? Dos pensamientos vinieron a mi mente cuando leà las tarjetas.
Primero: ¿Es algo malo una discapacidad mental
o la pérdida de un empleo? Lo que nos parece malo a nosotros puede ser bueno
para el Señor. Segundo: Muchos se quedan con la sensación que han sido
maldecidos debido a que tienen un hijo que es rebelde o que sufren una
discapacidad, porque hacen lugar a las comparaciones. El propósito de todos los
sucesos acaecidos durante este año, hayan sido “buenos” o “malos” según nuestra
percepción, fue llevarnos a los pies del Padre, el único lugar donde se recibe
bendición. El hijo inteligente es un regalo de Dios, pero ¿en cuántos casos
recibe Dios la gloria? Toda jactancia debe ser en Él. El hijo discapacitado es
un regalo de Dios; una vez más, nos gloriamos en Dios únicamente. No es posible
recalcar lo suficiente que los cristianos no debemos permitir que otros definan
por nosotros lo que es el éxito. Por el contrario, debemos permitir que la
relación que se edifica con nuestro Señor por medio de lo que percibimos con
nuestra limitada comprensión sea lo bueno y lo malo que define el éxito. Y
siempre debemos gloriarnos en el Señor.
M.WELLS
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