VIDA EN EL REINO

CUERDAS INVISIBLES AL CORAZON

7:17Carlos C



“Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira” (Lucas 4.28).
Jesús estaba dando algunos ejemplos del Antiguo Testamento cuando, sin previo aviso, sus oyentes se enfurecieron. ¿Tuvo usted alguna vez una experiencia similar, en la cual el simple relato de algún suceso de su vida despertó el enojo de la persona con la cual estaba hablando? Su intención nunca fue hacerla enfadar, y sin embargo, por alguna razón, lo que usted dijo fue, en una escala de uno a diez, un uno para usted pero un diez para él o ella. ¿Por qué? A menudo el corazón del ser humano se encuentra atrapado en una telaraña invisible de cientos de hebras que conducen a sucesos, ideas, heridas y percepciones del pasado. Inadvertidamente, podemos decir algo que hace vibrar una de esas cuerdas invisibles, la cual puede estar vinculada con algo más que el simple tema del cual creemos que estamos hablando.
Imagine que delante de usted, sobre la mesa, hay una taza unida a sus ropas por medio de un hilo que únicamente usted puede ver. Si alguien llega a mover mínimamente la taza, el hilo arrastrará su ropa y se la arrancará. Cuando una persona intente tomar la taza, usted comenzará a gritarle por temor de lo que sucederá. Por supuesto, esta reacción aparentemente absurda, tomará por sorpresa al que no tiene idea de lo que ocurre.
Hay muchas palabras que, al pronunciarlas, actúan sobre cuerdas invisibles unidas al corazón; palabras tales como: casado, soltero, sufrimiento, muerte, hijos, bendiciones materiales o doctrinas. Cuando en el transcurso de una conversación observamos que ante lo que dijimos se produce más bien una reacción que una respuesta, debemos descubrir por qué. Esposos y esposas adjudican a las palabras de su cónyuge motivaciones que a menudo no existen. A veces el enfado es inevitable, pero si no contestamos a una reacción con nuestra reacción, sino que respondemos con el amor de Cristo, por lo general podemos descubrir la razón por la cual las palabras afectaron tanto a la otra persona; y tendremos mayores posibilidades de superar cualquier mala interpretación.
Un amigo mío suele decir: “Estoy seguro de lo que estoy diciendo; de lo que no puedo estar seguro es de lo tú estás oyendo”. Encontré que es valioso decir lo siguiente antes de realizar alguna observación: “Antes de decir algo, primeramente deseo explicar lo que no estoy diciendo. No estoy diciendo que usted es un inútil, un fracasado, que no tiene remedio, que es un mal cónyuge, que es un necio, o que no ha crecido en el Señor antes de hablar conmigo”.

Es importante que hablemos acerca de las cuestiones reales, no de las que percibimos. Al escuchar, podemos intercambiar opiniones en lugar de discutir.
m.w

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