VIDA EN EL REINO

SOLTANDO EL PASADO

3:54Carlos C



El hombre solamente es dueño del presente; y del futuro maneja apenas una pequeña medida. ¡El ser humano nunca, nunca, es dueño del pasado! Si elegimos vivir en el pasado, elegimos la oscuridad que excluye a Dios, quien siempre nos alienta a dejar el pasado atrás. De manera que cada vez que nuestros pensamientos y emociones incursionan en el pasado, vamos allí solos y sin esperanza. Los judíos estaban en el mundo sin una esperanza, confiando en las cosas del pasado –la ley y la seguridad que les brindaban los ritos y las fórmulas– pero desatendiendo lo que Dios les ofrecía en el presente, es decir, a Jesús.
¿Acaso no tiene sentido que Él quiera ser el Dios del AHORA? Hablamos de una relación personal, ¿y cómo podría ser personal si no ocurriera en el presente? Volver al pasado es alejarnos de Dios, lo cual es pecado. Hoy en día, a muchos se les aconseja revivir el pasado, lamentarse y hacer duelo por él y analizar cada detalle. A estas personas se les advierte que de no hacerlo tendrán constante conflicto en su vida. Mi pregunta es: Si el pasado creó mis problemas, ¿por qué querría yo regresar allí? Cuando aconsejo en mi oficina, normalmente dedico hasta una hora al pasado de la persona, con el único objetivo de conocerlo y que nunca más tengamos que volver a él. Vivir en el pasado siempre entorpecerá el crecimiento. Compórtese como un niño de cinco años y veremos si los demás disfrutan de su compañía. No disfrutamos de estar con quienes viven en el pasado, y Dios lo disfruta aun menos.
Se nos llama a dejar el pasado para vivir el presente: “Otra vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, por medio de David, como se dijo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 4.7). En el pasado vivimos éxitos maravillosos y fracasos rotundos, tiempos de victoria y tiempos de derrota, como así también tiempos de gran gozo y otros de depresión indescriptible. Bien, pero, ¿y ahora qué? ¡Hoy, oigamos la voz de Dios! La cuestión es “hoy”. Dios dice que hagamos algo hoy y que no vivamos en el pasado,
“[…] COMO EN LA PROVOCACIÓN” (Hebreos 3.15, BA). Provocamos a Dios en el pasado, es cierto, pero debemos negarnos a exhumar o rememorar esas cosas. Debemos concentrarnos en el presente, hoy. Lo que sucedió ayer no es excusa para lo que ocurre hoy, aunque muchos lo usan de esa manera. Demasiadas personas dicen: “No puedo amar debido a las heridas emocionales sufridas en el pasado”; “No puedo dar hoy a causa de todo el rechazo que sufrí ayer; necesito recibir”; o “Usted no esperaría tal cosa de mí si tan solo conociera mi pasado”. No es un argumento sano decir que las experiencias y conductas pasadas nos están manteniendo alejados de un Dios que vive en el presente.

En el pasado éramos felices o infelices dependiendo de que, si en lo bueno y en lo malo que enfrentábamos, Él era el centro de nuestra atención o no. Esto también es cierto hoy. No hay nada que se interponga entre Dios y nosotros. Podemos dar la espalda al pasado y negarnos a permitir que otros nos arrastren nuevamente allí; podemos hacer nuestra nuevamente la experiencia de caminar diariamente con Dios, algo que se nos manda hacer. Génesis 17.1 dice: “Anda delante de mí”. No solo caminamos nosotros con Él, sino que Él camina entre nosotros en el presente. Levítico 26.12 dice: “Y andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo”. Nunca permita que el enemigo le robe el presente llevándolo al pasado; el pasado es toda y cualquier situación que ocurrió hasta el instante antes que usted leyera este párrafo. 

M.WELLS

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