El hombre solamente es dueño del
presente; y del futuro maneja apenas una pequeña medida. ¡El ser humano nunca,
nunca, es dueño del pasado! Si elegimos vivir en el pasado, elegimos la
oscuridad que excluye a Dios, quien siempre nos alienta a dejar el pasado
atrás. De manera que cada vez que nuestros pensamientos y emociones incursionan
en el pasado, vamos allà solos y sin esperanza. Los judÃos estaban en el mundo
sin una esperanza, confiando en las cosas del pasado –la ley y la seguridad que
les brindaban los ritos y las fórmulas– pero desatendiendo lo que Dios les
ofrecÃa en el presente, es decir, a Jesús.
¿Acaso no tiene sentido que Él
quiera ser el Dios del AHORA? Hablamos de una relación personal, ¿y cómo podrÃa
ser personal si no ocurriera en el presente? Volver al pasado es alejarnos de
Dios, lo cual es pecado. Hoy en dÃa, a muchos se les aconseja revivir el
pasado, lamentarse y hacer duelo por él y analizar cada detalle. A estas
personas se les advierte que de no hacerlo tendrán constante conflicto en su
vida. Mi pregunta es: Si el pasado creó mis problemas, ¿por qué querrÃa yo
regresar allÃ? Cuando aconsejo en mi oficina, normalmente dedico hasta una hora
al pasado de la persona, con el único objetivo de conocerlo y que nunca más
tengamos que volver a él. Vivir en el pasado siempre entorpecerá el
crecimiento. Compórtese como un niño de cinco años y veremos si los demás
disfrutan de su compañÃa. No disfrutamos de estar con quienes viven en el
pasado, y Dios lo disfruta aun menos.
Se nos llama a dejar el pasado
para vivir el presente: “Otra vez determina un dÃa: Hoy, diciendo después de
tanto tiempo, por medio de David, como se dijo: Si oyereis hoy su voz, no
endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 4.7). En el pasado vivimos éxitos
maravillosos y fracasos rotundos, tiempos de victoria y tiempos de derrota,
como asà también tiempos de gran gozo y otros de depresión indescriptible.
Bien, pero, ¿y ahora qué? ¡Hoy, oigamos la voz de Dios! La cuestión es “hoy”.
Dios dice que hagamos algo hoy y que no vivamos en el pasado,
“[…] COMO EN LA PROVOCACIÓN” (Hebreos 3.15, BA).
Provocamos a Dios en el pasado, es cierto, pero debemos negarnos a exhumar o
rememorar esas cosas. Debemos concentrarnos en el presente, hoy. Lo que sucedió
ayer no es excusa para lo que ocurre hoy, aunque muchos lo usan de esa manera.
Demasiadas personas dicen: “No puedo amar debido a las heridas emocionales
sufridas en el pasado”; “No puedo dar hoy a causa de todo el rechazo que sufrÃ
ayer; necesito recibir”; o “Usted no esperarÃa tal cosa de mà si tan solo
conociera mi pasado”. No es un argumento sano decir que las experiencias y
conductas pasadas nos están manteniendo alejados de un Dios que vive en el
presente.
En el pasado éramos felices o
infelices dependiendo de que, si en lo bueno y en lo malo que enfrentábamos, Él
era el centro de nuestra atención o no. Esto también es cierto hoy. No hay nada
que se interponga entre Dios y nosotros. Podemos dar la espalda al pasado y
negarnos a permitir que otros nos arrastren nuevamente allÃ; podemos hacer
nuestra nuevamente la experiencia de caminar diariamente con Dios, algo que se
nos manda hacer. Génesis 17.1 dice: “Anda delante de mÔ. No solo caminamos
nosotros con Él, sino que Él camina entre nosotros en el presente. LevÃtico
26.12 dice: “Y andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis
mi pueblo”. Nunca permita que el enemigo le robe el presente llevándolo al
pasado; el pasado es toda y cualquier situación que ocurrió hasta el instante
antes que usted leyera este párrafo.
M.WELLS
M.WELLS
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