Nunca debemos permitir que la
conducta de un hijo, un compañero de trabajo, un padre o un cónyuge destruya
nuestra fe y confianza. La mayorÃa de las veces, las respuestas carnales de
aquellos que están cerca de nosotros pueden fácilmente llevarnos a responder
según la carne. Pedro y Judas trataron mal a Jesús; sin embargo, Él nunca
respondió poniéndose al nivel de ellos. La manera en que Jesús cambia a las
personas es por medio del contraste. Él confronta nuestro rechazo con su amor
y, al final, cuando vemos nuestra verdadera condición en contraste con la de
Él, no podemos soportar vivir con nosotros mismos, de modo que voluntariamente
cambiamos. Cuando Judas se vio confrontado con el contraste, su engaño fue
mayor y creyó que la única alternativa consistÃa en poner fin a su vida. Pedro,
al ver la disparidad, salió de la oscuridad para entrar en la luz. Cuando
quienes nos rodean caminan en la carne, cometemos un error al no vivir en
contraste y de esta manera ejercer presión sobre ellos para que entren al
ámbito del EspÃritu. Una hermana en Cristo me contó acerca de una oportunidad
en la cual no se sentÃa bien fÃsicamente, pero se vio obligada a trabajar hasta
muy tarde. Cuando llegó a su casa, encontró a su esposo e hijo jugando,
luchando y arrojándose objetos. La comida que ella habÃa dejado preparada
todavÃa estaba en el refrigerador (la única obligación de su esposo habÃa sido
ponerla en el horno a cierta hora). Ella explotó y comenzó a gritar. Lo que
sucedió en ese instante la tomó totalmente por sorpresa, porque en ocasiones
anteriores, cuando ella habÃa explotado, su esposo simplemente habÃa tomado sus
cosas y se habÃa marchado. Pero esta vez se acercó a ella, la abrazó, le dio un
beso y le dijo: “Recuéstate un rato mientras nosotros preparamos la cena”. Le
pregunté cómo reaccionó ante eso. Me dijo que habÃa pasado de gritar a llorar y
a disculparse, todo en un momento. Ella estaba en la carne y él estaba en el
EspÃritu, y el contraste la sacó a ella del ámbito de la carne. La respuesta
del esposo fue posible solo gracias a una fe estable en el Señor que no
necesitaba una validación por parte de lo que sucedÃa alrededor de él.
M.WELLS
M.WELLS
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