“Os escribo a vosotros, hijitos,
porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre” (1 Juan 2.12).
“Ahora, hijitos, permaneced en él,
para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos
alejemos de él avergonzados” (1 Juan 2.28).
“Hijitos, vosotros sois de Dios, y los
habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el
mundo” (1 Juan 4.4). “Hijitos, guardaos de los Ãdolos” (1 Juan
5.21).
A menudo recibo comentarios como el
siguiente. “Esa es una simplificación; la respuesta es demasiado simple. Usted
aborda un problema complejo en forma simplista”. ¡Espero que asà sea! Quiero
ser simple, sencillo. Todo lo que Jesús enseñó concerniente a la vida fue
simple. De hecho, Él tomó lo que era complicado y lo hizo simple. Sin embargo,
cuando uno quiere presentar la vida cristiana como algo simple, los creyentes
son los primeros en gritar: “Error”, “Frivolidad”, “Ignorancia”. ¿Por qué? La
respuesta es que la simplicidad requiere fe, en tanto que un concepto incrédulo
de la vida requiere comprensión racional. Si el ser humano puede mantener el
Ãdolo de la comprensión racional, puede mantener la incredulidad. Siempre será
necesaria otra “realidad indiscutible” antes de realizar alguna acción. La
interminable persecución del conocimiento permite evitar la acción que se harÃa
necesaria si se llegara a la comprensión propuesta. El creyente incrédulo nunca
tiene la intención de actuar.
Cuando ministramos a creyentes
desalentados, lo que se necesita no es una respuesta complicada; sin embargo,
una respuesta simple requiere fe, precisamente lo que falta a la persona
derrotada. En consecuencia, es importante no hacer de la comprensión racional
la finalidad del discipulado, sino un punto de inicio para llevar a las
personas a la fe. No importa cuán elocuentemente sea presentada la información,
la clave de todo está en la fe. Si quitamos de la enseñanza el aspecto de la
fe, estamos quitando a Cristo mismo. Toda acción debe surgir de la fuente de
nuestra fe y creencia en Él. El secreto es que cuando somos creyentes
incrédulos podemos pedir a Jesús que nos ayude en nuestra incredulidad, y en
ese momento todas las fuerzas del cielo y la tierra nos respaldarán y nos
empujarán hacia adelante para vivir con fe, creyendo.
Yo debo vivir con la simplicidad,
la libertad, el gozo y la canción del gorrión. En realidad he sido hecho para
esa clase de vida, ya que cualquier otra cosa me agota. Afortunadamente, existe
solamente una clave para el éxito al ser como un gorrión: ¡yo no siembro,
solamente siego! Si un gorrión fuese responsable de proveer su propio sustento,
lo que verÃamos serÃa un desastroso manojo de nervios revoloteando de aquà para
allá, no el sencillo pajarillo que canta tan dulcemente cada mañana, que
soporta todas las tormentas y cuya vida me predica acerca de la provisión, el
descanso y el amor de un Padre celestial. El gorrión tiene un Dios y yo
también. ¡Es mi derecho de nacimiento! Debo vivir como un gorrión.
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