La distinción entre el alma y el espíritu
Muchos están en el proceso de
hacer una distinción entre el alma y el espíritu. Hay vida en el espíritu, pero
muchos interpretan la calidad de la vida en el espíritu por lo que sucede en el
alma. El día en que Cristo entró en la vida del creyente trajo consigo un cofre
lleno de todo lo que es necesario para una vida plena y exitosa. Dentro de ese
cofre hay aceptación, certeza, seguridad, consagración y ayuda diaria. El cofre
reside en el espíritu, pero el creyente inmaduro continúa buscando la
realización fuera del espíritu.
Muchos creen que la vida en el
espíritu puede hallarse en el alma. Quizá pueda encontrarse en el intelecto,
por medio de la comprensión de su propia conducta. Quizá pueda encontrarse como
resultado de una firme voluntad que permita alcanzar la rectitud y que tenga el
poder de cambiar lo que detestan. O quizá la vida en el espíritu pueda ser el
resultado del cambio de las emociones al sentirse amados, aceptados y dignos.
Hay quienes buscan esa vida en el cuerpo, procurando ser atractivos para los
demás o como resultado de esfuerzos exitosos que les granjeen los aplausos y la
aprobación de hijos, cónyuges, amigos, familiares y compañeros de trabajo.
También los títulos y las vocaciones prometen llenar el vacío.
Si usted fuera Dios, ¿qué haría
para asegurar una distinción entre el alma y el espíritu, a fin de que el
creyente descubriera todas las riquezas de Cristo que hay en él? Porque si el
creyente pudiese descubrir que la verdadera vida está dentro, entonces nada de
lo externo a él o de lo que no es parte de él podría destruirlo. No quiere
decir que el creyente sería una persona a la cual nada le afecta (algo que
procura un hindú), pero sí quiere decir que el creyente podría cantar himnos
aun estando en prisión.
Si yo fuese Dios, primero haría
que todo conocimiento fracasara y que las emociones decayeran al punto de
perder su atractivo. Segundo, permitiría que la voluntad del hombre lo
decepcionara al perder el control de ciertas áreas de la vida. Por último,
haría que tanto el mundo como las personas en las cuales el creyente confía lo
decepcionaran en la búsqueda de satisfacción para sus necesidades más
profundas.
Esta es la cuña sombría, la espada
que Dios clava entre el alma y el espíritu: “Porque la palabra de Dios es viva
y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir
el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los
pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4.12). La “palabra de
Dios” en este pasaje es, de manera natural e inconfundible, una referencia a
Jesús, quien realiza personalmente la tarea de “partir”, de hacer una
distinción; y esta experiencia se considera una de las más difíciles. Muchos de
nosotros nos sentimos desesperados, afligidos, confundidos, enojados, desesperanzados
y amargados al pedir a gritos que vuelva la felicidad en la comodidad de la
carne.
No obstante, debemos cobrar ánimo,
porque en esta experiencia crecemos en la fe y nos convertimos en hombres y
mujeres de convicciones profundas. Aprendemos que nada que esté fuera del
espíritu puede, en última instancia, destruirnos. Descubrimos nuestra libertad.
Descubrimos cuán dependientes y al mismo tiempo suficientes somos en Él; y
cuando el proceso está completo, entramos a la máxima productividad. Fuera del
espíritu no poseemos nada y nada nos posee a nosotros; entramos en la humildad
verdadera y nada que esté fuera del espíritu puede limitarnos.
Es importante que usted pase por
esta clase de experiencia. Si no es así, entonces en algún momento futuro
cuando se prepare para ministrar, se verá confrontado por circunstancias
adversas externas al espíritu que tratarán de sofocar y obstaculizar la
liberación de vida. Jesús llamó a todo este proceso el bautismo en fuego, por
medio del cual la levadura del pasado es negada totalmente.
Después, usted podrá apreciar el
gran vacío resultante de buscar vida fuera del espíritu. Las cosas menos
importantes en las cuales usted confiaba se habrán secado. Habrá transitado el
sendero preparado para aquellos destinados a experimentar la más profunda obra
del Señor. Usted sentirá que no puede hacer el suficiente hincapié para que
otros reconozcan la importancia de completar el curso y aprender acerca de la
vida en el Espíritu. Usted está libre y ha encontrado la vida en su interior;
usted vive de lo que hay en el cofre y está agradecido.
W.WELLS
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