ENSEÑANZA VIDA EN EL REINO

LA INDEPENDENCIA

3:56Carlos C


“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó” (Génesis 1.27).               El hombre debe forjarse una identidad a partir de su entorno humano. La humanidad clama por independencia, y no obstante, cada persona –con la excepción de aquellas que sufren de demencia– está sujeta o depende de alguien en alguna manera; en toda situación concebible se demuestra que el hombre es la más dependiente de todas las criaturas. El anhelo de dependencia es tan grande que una vez que la identidad está consolidada, uno procura confinar sus reacciones a su zona de comodidad. Así, hay acciones determinadas, reacciones deseadas y todo lo demás es evitado. 
           El activista está ligado a la persona contra la cual protesta; una vez que aceptó la identidad de “activista”, le resultará muy difícil vivir en un ámbito libre de confrontaciones. Por eso, cuando una causa es ganada, la organización del activista no se desbanda, sino que comienza la búsqueda de otra cosa contra la cual actuar y que proporcione la tan necesaria reacción.      La persona resentida necesita otra persona a la cual odiar; el ladrón necesita alguien a quien robar; el adolescente que tiñe sus cabellos de verde y se rapa media cabeza necesita a un adulto al cual horrorizar; el intimidador busca un alma temerosa; el atleta desea espectadores; el intolerante busca diversos tipos de intolerantes a los cuales juzgar; el filósofo escoge alguien a quien menospreciar; el guerrillero tiene que encontrar una política del gobierno contra la cual luchar; los partidos políticos necesitan partidos opositores; y la “estrella” de cine ansía tener un público que la adore. Estas afirmaciones están confirmadas por un sentimiento desalentador: “Si no existiese la oposición, nosotros tampoco existiríamos”. Cuán cierto es esto; la existencia misma de las personas está ligada a lo que desprecian; su vida depende de aquello que rechazan.
¡Qué existencia superficial, banal! 
           Hasta he descubierto que aquellos que sufrieron abusos y aceptaron ese rótulo como su identidad, necesitan algo que les recuerde constantemente de su abusador. Una mujer asistió durante veinte años a un grupo de apoyo para personas abusadas. Cuando le pregunté: “¿Qué sucedería si yo le presentara una mujer, le pidiera a usted que le explique su sufrimiento y luego le pidiera a la mujer que durante seis meses no pensara en otra cosa día y noche?” Reconoció que al cabo de en ese tiempo la otra persona estaría muy mal emocionalmente. “Sí”, le respondí, “estaría muy mal a pesar de que nunca sufrió ella ese abuso. Quizá su obsesión con el abuso le está causando más problemas que el abuso en sí”. Ni por un momento pensaría yo en minimizar el dolor que ella sufrió cuando se le infligió el daño; sin embargo, la mujer había puesto un rótulo a su identidad: “Sobreviviente de un abuso”, y no tenía la menor intención de cambiarla. Como Satanás bien sabe, vivir en el pasado es dejar de vivir hoy.

           Fuimos creados por Dios y para Dios; en Él encontramos nuestra identidad. Dado que por naturaleza somos dependientes, somos propensos a tener algo a lo cual servir. Podemos elegir quiénes somos y qué necesitaremos. Yo elegí ser un hijo de Dios; por lo tanto, necesito a Dios. Yo actuaré y Él reaccionará. Pero a diferencia de aquellos que eligen servir al mundo, este ciclo no me dejará reducido a ser un esclavo de otros. Seré edificado, seré libre y seré una voz, no un eco. ¡Me siento feliz de ser un cristiano! 

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