“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios
lo creó” (Génesis 1.27). El hombre debe forjarse una
identidad a partir de su entorno humano. La humanidad clama por independencia,
y no obstante, cada persona –con la excepción de aquellas que sufren de demencia– está sujeta o depende de alguien en alguna manera; en toda situación
concebible se demuestra que el hombre es la más dependiente de todas las
criaturas. El anhelo de dependencia es tan grande que una vez que la identidad
está consolidada, uno procura confinar sus reacciones a su zona de comodidad.
AsÃ, hay acciones determinadas, reacciones deseadas y todo lo demás es
evitado.
El activista está ligado a la persona
contra la cual protesta; una vez que aceptó la identidad de “activista”, le
resultará muy difÃcil vivir en un ámbito libre de confrontaciones. Por eso,
cuando una causa es ganada, la organización del activista no se desbanda, sino
que comienza la búsqueda de otra cosa contra la cual actuar y que proporcione
la tan necesaria reacción. La persona resentida necesita otra persona a
la cual odiar; el ladrón necesita alguien a quien robar; el adolescente que
tiñe sus cabellos de verde y se rapa media cabeza necesita a un adulto al cual
horrorizar; el intimidador busca un alma temerosa; el atleta desea espectadores;
el intolerante busca diversos tipos de intolerantes a los cuales juzgar; el
filósofo escoge alguien a quien menospreciar; el guerrillero tiene que
encontrar una polÃtica del gobierno contra la cual luchar; los partidos
polÃticos necesitan partidos opositores; y la “estrella” de cine ansÃa tener un
público que la adore. Estas afirmaciones están confirmadas por un sentimiento
desalentador: “Si no existiese la oposición, nosotros tampoco existirÃamos”.
Cuán cierto es esto; la existencia misma de las personas está ligada a lo que
desprecian; su vida depende de aquello que rechazan.
¡Qué existencia superficial, banal!
Hasta he descubierto que aquellos que
sufrieron abusos y aceptaron ese rótulo como su identidad, necesitan algo que
les recuerde constantemente de su abusador. Una mujer asistió durante veinte
años a un grupo de apoyo para personas abusadas. Cuando le pregunté: “¿Qué
sucederÃa si yo le presentara una mujer, le pidiera a usted que le explique su
sufrimiento y luego le pidiera a la mujer que durante seis meses no pensara en
otra cosa dÃa y noche?” Reconoció que al cabo de en ese tiempo la otra persona
estarÃa muy mal emocionalmente. “SÔ, le respondÃ, “estarÃa muy mal a pesar de
que nunca sufrió ella ese abuso.
Quizá su obsesión con el abuso le está causando más problemas que el abuso en
sÔ. Ni por un momento pensarÃa yo en minimizar el dolor que ella sufrió cuando
se le infligió el daño; sin embargo, la mujer habÃa puesto un rótulo a su
identidad: “Sobreviviente de un abuso”, y no tenÃa la menor intención de
cambiarla. Como Satanás bien sabe, vivir en el pasado es dejar de vivir hoy.
Fuimos creados por Dios y para Dios;
en Él encontramos nuestra identidad. Dado que por naturaleza somos
dependientes, somos propensos a tener algo a lo cual servir. Podemos elegir
quiénes somos y qué necesitaremos. Yo elegà ser un hijo de Dios; por lo tanto,
necesito a Dios. Yo actuaré y Él reaccionará. Pero a diferencia de aquellos que
eligen servir al mundo, este ciclo no me dejará reducido a ser un esclavo de
otros. Seré edificado, seré libre y seré una voz, no un eco. ¡Me siento feliz
de ser un cristiano!
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