¿Por qué razón la falta de
consagración de otros para con nosotros nos perturba tanto? ¿Por qué nos
resulta tan fácil caer en una espiral depresiva cuando comprendemos que otros
no se interesan, no quieren escuchar o no nos apoyan cuando estamos sufriendo
emocionalmente? Por nuestra mente pueden haber pasado pensamientos de querer
escapar, de autoconmiseración o de suicidio; en muchos casos podemos llenarnos
de resentimiento. Queremos una consagración total para con nosotros; queremos
que otros sientan nuestro dolor, que sufran con nosotros, que lloren cuando
nosotros lo hacemos y que interrumpan el curso de su vida y estén a nuestra
disposición cuando nosotros no sabemos cómo salir adelante. La realidad es que
a la mayorÃa de las personas no les preocupan las crisis ni las dificultades de
otros; además, el nivel de interés o preocupación para con una persona
deprimida parece declinar en forma proporcional al tiempo que dura la
depresión. Muchos que se brindan para ayudar al principio se cansan con el paso
del tiempo y quieren seguir adelante con su propia vida, y cuando la persona
deprimida se da cuenta de esto aumenta su desesperación. Lo cierto es que los
familiares no quieren saber nada de la persona que está sin techo, y si el
desamparado come o no esa noche no alterará los planes de vacaciones de los
demás.
Como suelo señalar a menudo,
prácticamente cada cuestión en la vida cristiana es como una moneda con dos
caras: una legÃtima y otra ilegÃtima. La cara ilegÃtima es que no somos dioses.
Los demás no están para servirnos; nosotros debemos ser los sirvientes. La vida
de Cristo en nosotros es una que da, no una que espera recibir. Si hemos
dependido de otros hemos recibido, en gran medida, la infelicidad que
merecÃamos. La depresión puede convertirse en una manera adictiva de utilizar
una porción tan grande de nuestra vida que no sabrÃamos cómo vivir sin ella.
Muchos sacuden sus pies en frustración por su depresión. Sus pies realizan
mucho movimiento, pero en su movimiento, los pies del creyente deben hacerlo
avanzar, uno delante del otro, para salir de la depresión y el
egocentrismo.
A menudo me dicen que lo que enseño es
simplista y funciona solo por poco tiempo. Si funciona por poco tiempo, también
puede funcionar para toda la vida. El problema es que nosotros dejamos de trabajar; dejamos de recibir la presencia y la
obra diaria de Cristo en nuestra vida. Ese es el trabajo que debemos hacer. Hay
demasiadas personas que no están peleando la buena batalla.
Imagine que usted está sentado en su
casa, que la puerta se abre con violencia y un gran oso entra con la intención
de comérselo. SerÃa muy normal entrar en pánico, deprimirse y hasta enfadarse
mientras el oso lo está devorando y todos los demás se niegan a ayudarlo. Esa
reacción tiene sentido. Sin embargo no tiene sentido sentarse en una silla,
deprimirse, entrar en pánico, enfadarse y luego tomar su automóvil y salir en
busca de osos. ¡Eso es demencial! Cuanto más uno permite que las emociones
mentirosas lo controlen, peor se siente; cuanto más uno quiere que los demás
hagan algo, más minuciosamente se examina a sà mismo y a su entorno para tratar
de entender lo que está mal, y mayor es la aflicción. Salir “caminando” del
control de las emociones mentirosas requiere de tres a cinco años. ¿Cuándo
pondrá usted un pie delante del otro y se largará a caminar? ¡Cuanto más
espere, más difÃcil será empezar! La pereza espiritual y la tortura son una y
la misma cosa. La pereza espiritual conlleva su propio castigo.
Dijimos que existe también una cara legÃtima
en la consagración total y es que se trata de un deseo del ser humano. Hemos
sido creados para tener a alguien totalmente consagrado a nosotros. Prestemos
atención a las canciones románticas, leamos los artÃculos sobre el amor,
oigamos a los que están buscando el compañero o la compañera perfectos y leamos
la columna de los corazones solitarios en los periódicos locales; todo esto nos
confirmará que la gran necesidad de cada ser humano es tener la total
consagración de otro. La consagración total está Ãntimamente relacionada con
nuestra necesidad de seguridad, amor, aceptación y certeza, y con la
inquietante conciencia de que necesitamos ayuda diaria. Hemos sido hechos para
recibir agua y comida y nos ponemos de bastante mal humor cuando se nos niegan.
Es necio decir que no necesitamos estas sustancias. Lo mismo es cierto de la
consagración total. Es una necesidad legÃtima. Somos seres creados, no dioses
autosuficientes. Necesitamos la certeza de contar con la consagración de
alguien mayor que nosotros. De lo contrario, nunca entraremos al divino reposo
acerca del cual se nos enseña desde Génesis hasta Apocalipsis. Descubrimos que
la falta de una consagración total hace temblar los cimientos de nuestro ser,
provocando temores, preocupación, ansiedad y depresión. Cuando reflexionamos
sobre la necesidad legÃtima, debemos preguntar quién puede ocupar el lugar de
aquel que debe consagrarse a nosotros. Esa persona debe estar allà todo el
tiempo y para toda ocasión, abrazarnos cuando no somos dignos de ser amados,
perdonar, amar, ser testigo de repetidos fracasos y no cansarse de nosotros,
escuchar, tener un toque sanador, darnos aliento cuando estamos débiles,
identificarse con nuestras dificultades, expresar compasión e interesarse por
cada uno de los detalles más pequeños de la vida. Hablamos mucho de la
necesidad del discÃpulo de estar totalmente consagrado, pero estar consagrado
es imposible si no hemos hallado a Aquel que está totalmente consagrado a
nosotros.
¡Jesús es el Camino! ¡Todo otro camino
no es el Camino! Él está totalmente
consagrado a usted. Es el único que reúne todas las condiciones. Le ruego que
realice con su concordancia un estudio de las siguientes afirmaciones: Lo que
el Señor dice que hará, que será, que hace, que ayuda, que redime, que ama, que
advierte, que perdona, que ya no recuerda y que ha vencido. Él está totalmente
consagrado a usted, y usted lo ama. No hay lugar para el desaliento, la
decepción respecto de otros ni la perturbadora sensación de vacÃo, ¡porque
usted tiene un Dios! En su total consagración a nosotros
encontramos la satisfacción de otra de nuestras grandes necesidades, que es la
de estar totalmente consagrados a alguien. Encontramos ahora que la
consagración total no es algo forzado, que no es una carga y que se puede
disfrutar. Amamos porque Él nos amó primero.
0 comentarios