ENSEÑANZA VIDA EN EL REINO

CONSAGRACION TOTAL

3:19Carlos C


¿Por qué razón la falta de consagración de otros para con nosotros nos perturba tanto? ¿Por qué nos resulta tan fácil caer en una espiral depresiva cuando comprendemos que otros no se interesan, no quieren escuchar o no nos apoyan cuando estamos sufriendo emocionalmente? Por nuestra mente pueden haber pasado pensamientos de querer escapar, de autoconmiseración o de suicidio; en muchos casos podemos llenarnos de resentimiento. Queremos una consagración total para con nosotros; queremos que otros sientan nuestro dolor, que sufran con nosotros, que lloren cuando nosotros lo hacemos y que interrumpan el curso de su vida y estén a nuestra disposición cuando nosotros no sabemos cómo salir adelante. La realidad es que a la mayoría de las personas no les preocupan las crisis ni las dificultades de otros; además, el nivel de interés o preocupación para con una persona deprimida parece declinar en forma proporcional al tiempo que dura la depresión. Muchos que se brindan para ayudar al principio se cansan con el paso del tiempo y quieren seguir adelante con su propia vida, y cuando la persona deprimida se da cuenta de esto aumenta su desesperación. Lo cierto es que los familiares no quieren saber nada de la persona que está sin techo, y si el desamparado come o no esa noche no alterará los planes de vacaciones de los demás. 
           Como suelo señalar a menudo, prácticamente cada cuestión en la vida cristiana es como una moneda con dos caras: una legítima y otra ilegítima. La cara ilegítima es que no somos dioses. Los demás no están para servirnos; nosotros debemos ser los sirvientes. La vida de Cristo en nosotros es una que da, no una que espera recibir. Si hemos dependido de otros hemos recibido, en gran medida, la infelicidad que merecíamos. La depresión puede convertirse en una manera adictiva de utilizar una porción tan grande de nuestra vida que no sabríamos cómo vivir sin ella. Muchos sacuden sus pies en frustración por su depresión. Sus pies realizan mucho movimiento, pero en su movimiento, los pies del creyente deben hacerlo avanzar, uno delante del otro, para salir de la depresión y el egocentrismo. 
           A menudo me dicen que lo que enseño es simplista y funciona solo por poco tiempo. Si funciona por poco tiempo, también puede funcionar para toda la vida. El problema es que nosotros dejamos de trabajar; dejamos de recibir la presencia y la obra diaria de Cristo en nuestra vida. Ese es el trabajo que debemos hacer. Hay demasiadas personas que no están peleando la buena batalla.
           Imagine que usted está sentado en su casa, que la puerta se abre con violencia y un gran oso entra con la intención de comérselo. Sería muy normal entrar en pánico, deprimirse y hasta enfadarse mientras el oso lo está devorando y todos los demás se niegan a ayudarlo. Esa reacción tiene sentido. Sin embargo no tiene sentido sentarse en una silla, deprimirse, entrar en pánico, enfadarse y luego tomar su automóvil y salir en busca de osos. ¡Eso es demencial! Cuanto más uno permite que las emociones mentirosas lo controlen, peor se siente; cuanto más uno quiere que los demás hagan algo, más minuciosamente se examina a sí mismo y a su entorno para tratar de entender lo que está mal, y mayor es la aflicción. Salir “caminando” del control de las emociones mentirosas requiere de tres a cinco años. ¿Cuándo pondrá usted un pie delante del otro y se largará a caminar? ¡Cuanto más espere, más difícil será empezar! La pereza espiritual y la tortura son una y la misma cosa. La pereza espiritual conlleva su propio castigo.
           Dijimos que existe también una cara legítima en la consagración total y es que se trata de un deseo del ser humano. Hemos sido creados para tener a alguien totalmente consagrado a nosotros. Prestemos atención a las canciones románticas, leamos los artículos sobre el amor, oigamos a los que están buscando el compañero o la compañera perfectos y leamos la columna de los corazones solitarios en los periódicos locales; todo esto nos confirmará que la gran necesidad de cada ser humano es tener la total consagración de otro. La consagración total está íntimamente relacionada con nuestra necesidad de seguridad, amor, aceptación y certeza, y con la inquietante conciencia de que necesitamos ayuda diaria. Hemos sido hechos para recibir agua y comida y nos ponemos de bastante mal humor cuando se nos niegan. Es necio decir que no necesitamos estas sustancias. Lo mismo es cierto de la consagración total. Es una necesidad legítima. Somos seres creados, no dioses autosuficientes. Necesitamos la certeza de contar con la consagración de alguien mayor que nosotros. De lo contrario, nunca entraremos al divino reposo acerca del cual se nos enseña desde Génesis hasta Apocalipsis. Descubrimos que la falta de una consagración total hace temblar los cimientos de nuestro ser, provocando temores, preocupación, ansiedad y depresión. Cuando reflexionamos sobre la necesidad legítima, debemos preguntar quién puede ocupar el lugar de aquel que debe consagrarse a nosotros. Esa persona debe estar allí todo el tiempo y para toda ocasión, abrazarnos cuando no somos dignos de ser amados, perdonar, amar, ser testigo de repetidos fracasos y no cansarse de nosotros, escuchar, tener un toque sanador, darnos aliento cuando estamos débiles, identificarse con nuestras dificultades, expresar compasión e interesarse por cada uno de los detalles más pequeños de la vida. Hablamos mucho de la necesidad del discípulo de estar totalmente consagrado, pero estar consagrado es imposible si no hemos hallado a Aquel que está totalmente consagrado a nosotros.

           ¡Jesús es el Camino! ¡Todo otro camino no es el Camino! Él está totalmente consagrado a usted. Es el único que reúne todas las condiciones. Le ruego que realice con su concordancia un estudio de las siguientes afirmaciones: Lo que el Señor dice que hará, que será, que hace, que ayuda, que redime, que ama, que advierte, que perdona, que ya no recuerda y que ha vencido. Él está totalmente consagrado a usted, y usted lo ama. No hay lugar para el desaliento, la decepción respecto de otros ni la perturbadora sensación de vacío, ¡porque usted tiene un Dios!            En su total consagración a nosotros encontramos la satisfacción de otra de nuestras grandes necesidades, que es la de estar totalmente consagrados a alguien. Encontramos ahora que la consagración total no es algo forzado, que no es una carga y que se puede disfrutar. Amamos porque Él nos amó primero.  

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